Y llegamos al último itinerario de la derecha, que coincide con la última que hemos abierto.
Un espolón medio definido según desde dónde lo mires y menos cuando estás ahí, pero algo hay.
Me lo había mirado y remirado tantas veces como veces subí aquí, o sea bastantes. Sin sacar mucho en claro salvo “te metes y sales por arriba”. Así lo hicimos, bueno casi.
Un primer ataque con David nos deja más arriba de media vía y no sale feo. Únicamente un resalte muy vertical plantea dificultades claramente por encima del resto de la vía.
Al cabo de unos días, finalizamos con Héctor la vía del limón y, como sobra tiempo, le damos un retoque al espolón. Finalmente, queda rematado con Jorge, llegando por primera vez a la cima de esta, que será la última vía aquí.
Destacar un par de tonterías intrascendentes: El diedro de salida de R3 ahora es totalmente diferente a como se abrió, tiré abajo varias lajas pegadas y empotradas y en la zona superior un pedazo armario más grande que o también voló por los aires. En la primera, este armario sirvió como apoyo del cuerpo y de los friends. En el L5 queda un paso por forzar, previsiblemente sobre el 7a o así. Es un único movimiento difícil, pero bastante largo. Lo probé varias veces pero no llegaba a la presa siguiente, un caso de envergadura.
El nombre reivindica la posibilidad de tener espacios libres, como este valle, que no cuenta con ninguna “figura de protección” (ni puñetera falta que le hace) y se mantiene limpio, aún teniendo cierta afluencia en verano.
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