La Mòmia, una de las rocas más vistosas, bonitas y simbólicas de Montserrat. Por ella, quizás casualmente, han ido pasando absolutamente todas las tendencias de la escalada. Reflejo de mil formas de ver la roca montserratina. Multitud de itinerarios, de diversa índole y dificultad, aunque todos de gran belleza, representan el amplio abanico de la diversidad.
En su piedra marcaron tendencia algunas vías inolvidables, con detalles también inolvidables:
-Brown Sugar: con sus cantos picados, pasos obligatorios y seguros triples.
-Kumbayá: larga, absolutamente vertical, sostenida y bella como ella sola.
-El Prisionero: en su día una de las más difíciles de la península.
-Kung Fu: abierta desde abajo y a vista.
Así podríamos enumerar vías y vías, cada una con sus características tan personales y diferentes a la de al lado.
En la muda historia de esta aguja yo destacaría un hecho poco habitual que unió a escaladores de muchos lugares, encargados de tiendas de deportes, revisteros y fotógrafos. Se trató de montar un bote para reequipar todos los itinerarios de la Mòmia, aprovechando de paso para la liberación de alguno de ellos y la apertura de algún otro. Se recaudaron bastantes duros y material duro, se montó un depósito de material y finde tras finde, voluntarios y asiduos a la zona fueron arreglando vía a vía. Unos arreglaban una mitad, otros la otra mitad, otros sacaban lo viejo, otros la forzaban en libre.
Finalmente un artículo en la desaparecida Extrem resumió lo que fueron esos días y el resultado final.
Un ejemplo de unión, difícilmente repetible hoy día.