-->
Para este día
había quedado con Mario en el Cabeçó d’Or.
Aquí sólo había
estado varios días en 1988 pero no escalé ninguna de sus vías.
Íbamos un grupo,
por un lado Serraté (Pop) y Cullell que abrieron Vientos del Sur y repitieron
alguna otra vía; y por el otro Teixi, Armand y yo que estuvimos todo el tiempo
abriendo una ruta de artificial llamada Deseo Implacable. Así que me quedé con
las ganas.
Como es uno de
los pocos lugares con sombra de Alicante (por la mañana), ahora si que tocaba.
Ya la noche
anterior le mando un guasap a Mario diciéndole que estaré bastante hecho polvo
por el cansancio acumulado de estos dos días y que, como mucho, algo muuuy
tranquilo.
Y muy tranquilo
significa la GENE, la super-clásica del Cabeçó.
Le parece bien y
a mi mejor.
Es una de las
primeras vías que se abrieron por aquí y sigue en todo momento una lógica
aplastante. Se trata de una escalada de IV con algún paso de V, toda sobre roca
excelente y con tramos realmente bellos y curiosos, salpicados de incrustaciones
de hierro que constituyen excelentes agarres tanto de manos como de pies.
La verdad es que
es muy buena y me lo paso fenómeno, sin hacer fuerza ninguna.
La bajada, por
detrás, es otro cantar. Primero un largo rapel de 60 m (no hacer caso de lo que
hay escrito por ahí, con dos cuerdas de 60 metros se llega al suelo). Después
una pedrera de medida tonta y descenso infernal, en la que caigo por lo menos 4
veces.
La próxima vez
bajo por delante, fijo.
Llegados a la
base de la pared cae un sol de justicia, imposible siquiera plantearse nada que
no sea volver al coche y buscar una sombra para darse una siesta, y así fue.