Quedo con Remi con el objeto de abrir una vía no muy difícil, corta, bonita y en el día. Sale redondo. El objetivo es la Paret de Xurulla, en Àger. Aquí ya hicimos una primera el pasado año con Dani, por todo el centro y repetimos las existentes. Ya, de antemano sabía que ofrecería una buena ascensión sobre excelente caliza con agujeros por aquí y por allá. La parte derecha de la pared ofrece algunas posibilidades más sencillas que en el centro y que aún no habían sido explotadas hasta la fecha. El itinerario surge de manera fluida, en libre y sobre excelente roca. Una disfrutrada continua de dificultades homogéneas. Resulta ideal para acabar el día tras escalar cualquier vía de los cercanos Puntals d’Àger, ya que en el descenso por la izquierda (el más cómodo) pasamos justo por la base de esta pared.
También podemos escalar varias vías de la pared en un día. Para bajar más rápidamente, las reuniones han quedado equipadas para rapelarlas si se desea. A la mitad del segundo largo Remi colocó un Basic en un pequeño agujerillo. De segundo iba haciendo los arreglillos pertinentes y repiqueteé un poco el agujero para que quedara más potente. Lo que pasa es que me lo cargué y quedó inservible para la colocación del friend en cuestión. Total que durante el descenso y con el último aliento de poca batería que quedaba, perforé un abalacov rocoso, justo para un pequeño cordino.
En principio le pusimos otro nombre, pero a los pocos días, escalando en Canelles nos pasó un hecho insólito que hizo cambiar el nombre y dedicárselo a la perra (más bien super-perra) del Dani: La Super Gosa.
Resulta que Dani se ha marchado de vacaciones y ha dejado al bicho para que lo cuide Unai mientras tanto. Nos unimos a Peter (chico checo) y vamos a escalar un itinerario reciente en Canelles, Unai trae al perro. Ya le digo que el año pasado tenía la costumbre de largarse y que en Àger se nos escapó un par de veces, una de ellas Casio la dejamos allá pero apareció a última hora. Saco un trozo de cuerda auxiliar y la atamos al coche, bien prieta. Tras la vía llegamos al vehículo y el bicho no está. Una hora de búsqueda, infructuosa.
Al siguiente día Unai vuelve al lugar en su busca, se le suman Tamarite, que ha ido casualmente a sacar unas fotos, Peter y su chica que están buscando setas. Nada.
Llueve, al día siguiente vuelve a llover, Unai va a volver a bajar. Como al otro ya dan bueno, quedo con el para hacer otra vía en Canelles y aprovechas por si aparece la Gosa (es su nombre). Bajo al coche para organizar un poco el material y, tachán; ahí está la Gosa mirándome, empapada por la lluvia, y meneando el rabo de tal forma que se debía hacer hasta daño. Flipo. La subo para arriba para darle algo de comer y llamar al Unai que descanse tranquilo. Balance: la bicha ha vuelto al último coche que la transportó, estaba a unos 80 kilómetros de distancia, con carreteras y pistas y caminos hacia todas partes, con barrancos y ríos infranqueables y desde un lugar dónde nunca antes había estado. Ahí la teníamos tan pancha y tan contenta por recuperar la buena vida a la que está acostumbrada.