Hay algunas paredes que sueñas con ellas, sobre todo si nunca has estado allí. Esta es una. Remota y escondida hasta el último momento.
Ya una vez intenté fotografiarla, pero, tras mas de 2 horas de pateo tuvimos bastante y vi que no se veía hasta que estabas justamente debajo, habría que ir fiándonos de las fotos de referencia.
Esta vez nos juntamos Francesc, Rubén y yo para reseguir lo que esperamos sea un excelente itinerario.
La vía va en busca de las placas tumbadas situadas a la izquierda de Laffranque. Preciosa escalada de regletas y alguna adherencia.
Justo a la izquierda vemos trazas de algún ¿intento? Al diedro y con pinta de haber rapelado desde debajo de los resaltes verticales de la parte superior.
Pero nosotros a lo nuestro, una preciosa y técnica travesía hacia la derecha nos deja fuera de la línea ideal de ascensión, pero nos sitúa bajo otra mucho mas evidente y homogénea con el resto del itinerario.
Se cruza la, casi clásica Laffranque con mucha gracia puesto que no queda ni un solo rastro a la vista.
Situados bajo el L5, ya intuimos una continuación apoteósica. Y no es menos de lo esperado: un diedro vertical y dotado de excelentes presas no decepciona en absoluto y continúa con la tónica de la vía: grado asequible, ambiente y escalada de gran belleza.
Finalizamos en un largo mas flojillo pero necesario para llegar arriba, siguiendo, salvo al inicio, el filo de un espolón poco marcado.
Comienza a granizar. Todo y todos quedamos mojados, iniciamos el largo descenso hasta el aparcamiento bajo lluvias intermitentes, truenos y toda la parafernalia a la que ya nos hemos acostumbrado este verano.
Para los que les gustan las bonitas vías en alta montaña y no le temen a una larga aproximación, totalmente recomendable.
VVB.
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