Con Víctor nos conocemos de refilón desde hace muchísimos años…demasiados. Y la verdad es que nunca habíamos coincidido para escalar juntos. Así que tras llamarle para una pregunta sobre la guía, aprovechamos para quedar un día.
Es mi último día en el Ripollès y voy a piñón fijo, solo me queda una pared por visitar, la vía me da igual. Tampoco tenemos mucho tiempo disponible.
Vamos para allá con varias ideas en la cabeza y una vez en la pared acabamos de matizar, según se vea.
De momento no encontramos, o no vemos claro la forma de subir a la zona que contiene mas vías. A la bajada si que lo veríamos bien clarito, demasiado tarde.
Así que seguimos con idea de hacer la de mas a la derecha, que tiene un acceso diferente.
Desde el camino hasta el inicio de la vía es una verdadera agonía matojera.
Luego la vía no está mal, demasiado corta, pero es lo que hay.
Inicio muy herboso, continuación en buena placa con formas y desplome final que yo no veo, pero donde resulta que hay una presa clave que lo hace hasta fácil.
Segundo largo por una buena placa técnica y sostenida.
Por no volver a pasar por la selva nos subimos los pianos a la espalda, sumamente incómodo porque al pensar rapelar, llevo la mochila mala para escalar con ella.
La bajada también así así hasta que nos llevamos la gran alegría de encontrar el camino. Como para llegar a las otras vías hay que bajar de nuevo y volver a
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