Hace unos días
estuve en el Sharma de Gavá, una verdadera maravilla de rocódromo. Hacía muchos
años que no iba a uno, incluso algunos se sorprendieron de que acudiese a instalaciones
de este tipo. La verdad es que me lo pasé bomba escalando un buen rato entre
amigos, intercambiando impresiones de todo tipo y dándolo todo en los
desplomes.
De repente veo a
Cristian, que hacía aún mas años que no coincidíamos. A el le conocí en el gimnasio
Barlovento, a principios de los 80 allí se construyó el primer rocódromo de
España y “mira dónde estamos ahora….”. Entonces surgió la idea de escribir un
pequeño artículo de, simplemente, mi relación con los rocódromos y boulders
artificiales, que es mucho mas amplia de lo que pudiera parecerá simple vista.
A finales de los
70 inicio mis andanzas verticales con mayor o menor fortuna, mas bien menor. Rápidamente
aparecen los primeros sistemas de entreno (“fer ditets”): simplemente atravesar
muros de un lado a otro o algo de Boulder, quien tenía a mano. Nosotros
teníamos amano la Fundación Miró y el Castell de Montjuich. El segundo fue
vetado por el riesgo de que te atraversara una flecha. La Miró duró unos años y
allí pasábamos gran parte de nuestra vida, cuando no estábamos estudiando.
Estaba claro que
para escalar un poco mejor había que entrenar, así que decidí apuntarme en un
gimnasio en Barcelona y fui a dar al que justo tenía mas lejos de mi casa
(menos mal que iba en un pequeño ciclomotor): el Barlovento, allí conocí a un
montón de amigos, con muchos de los cuales aún mantengo relación. Sorprendentemente
también contaba con una instalación indoor dónde escalar, a modo de boulder. Era
la primera de España y simplemente se trataba de un pequeño espacio cementado y
con algunas piedras que salían aquí y allá. Era una tontería, pero hacíamos
maravillas (gracias a las fotos cedidas por Paco Vargas). Un poco mas allá, en
unas vigas metálicas también habían instaladas unas presas metálicas a modo de
techo (aquí se inspiró Joaquín Olmo para colocar los inventos del techo en
Princesa Estelar-Roca dels Arcs-). Era una ridiculez, pero para nosotros era
una maravilla y le sacábamos un partido increíble. Casi siempre descalzos para
que fuese mas difícil.
A raíz de eso,
habíamos escalado algunas vías también descalzos, personalmente hasta 6b.
Teníamos callo, pero aún así dolía y tenías que hacer muchísima mas fuerza de
dedos. Todo era entrenamiento. Fueron años de crear una buena base muscular, a
desarrollar posteriormente.
Poco a poco
fueron apareciendo complementos: primero las presas artificiales y después los
paneles dónde colocarlas. El gimnasio Athos fue el siguiente paso, yo ya no fui
pero si que colaboré en el montaje del primer panel que se colocó.
Pasaron los años
y me desvinculé del tema plásticos hasta que fui a trabajar a al Escuela de
Alta Montaña de Benasque, aquí pasé 11 años todo el verano y algunos días de
otras estaciones del año. El rocódromo se revelaba como una herramienta fundamental
para la enseñanza y para entrenar por las tardes. También te arreglaba de
alguna forma las jornadas de mal tiempo.
Esto me animó al
“montateló en casa”.
Por entonces
vivía en un apartamento ultrapequeño (2 personas en 27 m cuadrados) pero en la
planta baja había una gran sala vacía que utilizaba como trastero y
guardamaterial. Se me ocurrió instalar allí unos paneles, los primeros que
aparecieron por la comarca.
La mayoría de
las presas las fabriqué en madera yo mismo y aprovechando el taller de un
vecino muy aficionado a la carpintería. Otras eran donaciones y otras tantas
eran presas rotas del rocódromo de Benasque, que yo rescataba de la basura y
las volvía a pegar con ayuda del sikadur 31, quedaban como nuevas y, la verdad
es que ninguna volvió a partir.
Por allí paso
muchísima gente y le sacamos mucho partido durante unos años, hasta que me mudé
a un lugar mas grande pero sin cuarto dónde alojar las planchas de madera. Con
los años cedí todo mi montaje al actual Boulder de Pont de Suert y se aprovechó
una parte.
Entre medio y
por imperativos profesionales diseñé algunas vías para pruebas de acceso de
futuros técnicos deportivos cuando había previsto mal tiempo.
Por aquella
época estaba bastante interesado en aplicar a la escalada, y en concreto a mi,
las técnicas de entrenamiento conocidas. Revistas, libros, amigos INEF, todas
las fuentes eran bienvenidas para desarrollar un entrenamiento, no metódico ni
mucho menos, pero si con cierta coherencia. Y casi todo pasaba por la resina.
Llegué a
intentar reproducir la secuencia clave de un 7c en los paneles de mi casa. Incluso
un pelín mas desplomado. Tras probarlo unos cuanto días, pasé como una flecha
por aquella sección de roca. La verdad es que fueron unos buenos años de
realizaciones y dónde desarrollé mi máximo potencial en deportiva. Una etapa
que acabó con lesiones repetidas en diversos tendones, lo habitual.
Durante 11 años
organicé una competición de escalada en la comarca, los tres primeros años era
puntuable para la copa Catalana y en roca natural. Después ya solo se podían
montar en rocódromo, que ni teníamos, pero continué cada año en el formato
Boulder. Cada vez era diferente, totalmente diferente. Y en mas de una ocasión
diseñé los recorridos en resina, bien por mal tiempo, bien por variar.
El momento
cumbre fue cuando nos enviaron en un intercambio de federaciones a Ecuador.
Íbamos una semana de curso y nos tomamos otra semana para conocer la zona, escalar
y abrir algunas nuevas vías en algún lugar cercano a Riobamba, nuestro destino.
En Desnivel leí
que se realizaba una competición Panamericana de escalda justo allí y en los
días que estábamos, “mira aún la podíamos ver en algún rato tonto”, pensé…, que
iluso.
En realidad la
idea del organizador era que nosotros entrenásemos al equipo de Ecuador y
ayudásemos a montar la compe. Ya le dijimos que éramos técnicos de escalada no
de entrenamiento. Personalmente tenía algunas nociones, pero por interés
personal.
Total que les
trasmití lo poco que sabía y les hice ver que no podíamos entrenar a nadie y
mucho menos con una semana de plazo.
La competición
se realizaba en un solo panel desplomado dónde únicamente cabían dos
itinerarios.
A mi compañero
Carlos le tocó empaparse la normativa y actuar como árbitro, juez y
controlador. A mi me tocó diseñar todas las vías. Lo hice, menos la final
masculina que se me escapaba un poco de las manos, por dificultad. Esa la montó
un escalador fuerte que andaba por allí, menos mal.
Eliminatorias,
semifinales y finales. Junior, femenina y masculina, cada una con las presas
numeradas, marcadas con una rallita para saber cual debía ser su posición en el
panel, y cada una guardada en su caja correspondiente para ser instalada cuando
tocase.
Super trabajo de
diseñar, montar, desmontar y volver a montar para el desarrollo de la prueba y
volver a desmontar para colocar las de la prueba siguiente. Una absoluta locura
que nos obligo a estar allí hasta las 3 de la madrugada mas de un día.
Evidentemente sin cobrar ni un céntimo.
Al final todo
salió bien y fue una experiencia inolvidable…que no repetiría.
A parte de todo
esto impartimos, durante una semana, nuestro curso de escalada, que ese da para
otro extenso texto.
Después ya fue
ir a hacer Boulder al roco de Pont, en los últimos años ni eso y rematar en el
mastodontico Sharma, dónde encontré a Cristian y fue como pasar una película de
tu vida entre presas de colores por delante.