Quedo con Chavi para ir a La Forcanada, que ya la teníamos en mente desde hacía días. También se suma Nacho, que viene desde Alicante.
Nacho y yo subimos a hacer vivac al lago, para estar más descansados y frescos al día siguiente. Chavi subirá del tirón.
La meteo es rara en sitios dan bueno y en sitios algo (muy poquito) de lluvia. Algo encontraremos para resguardarnos un rato, suponemos.
Llegamos al lago y encontramos el vivac típico, cuatro piedras que te protegen un pelín del aire y nada más.
Buscamos todo el rato que nos queda de luz un lugar resguardado y a cubierto bajo algún bloque por si las moscas. El cielo está emboirado.
Nada de nada, salvo unos mínimos bloques dónde nos podríamos poner uno en uno y otro en otro sentados. Volvemos al vivac, cenamos y a la piltra.
Cuando se ha hecho de noche y la niebla nos ha engullido por completo, pasa media horita y comienza a llover, M.
Aguantamos un rato a ver si para, no para, MI.
Los sacos comienzan a calar, MIE.
Nos levantamos, plegamos los sacos en canalón, cogemos las mochilas y vamos en busca de los bloquecitos, no los encontramos y comenzamos a caminar en círculos sin ver a 3 metros, MIER.
Intentar bajar es imposible, el camino está muy desdibujado y con la niebla y la oscuridad no lo conseguiríamos. Volvemos al vivac. Evidentemente no lo encontramos a la primera, el lago nos da alguna referencia y aparece (de chiripa). Por lo menos tenemos un sitio plano. Para un poco de llover, sigue, MIERD.
Los sacos están ya calados del todo, cuando te mueves notas el charco interior, no hace excesivo frío pero no pegamos ojo en toda la noche. MIERDA.
En un momento dado, ya no puedo más y salgo a soltar líquidos. Tremendo tembleque. Cuando vuelvo al saco, tardo un poco pero recupero gran parte del calor. Aún no se está tan mal.
Cuando amanece el frío aprieta y vamos respirando hacia adentro para alimentar de calor el saco.
Por fin amanece y termina la noche más larga de nuestras vidas.
Bajamos para abajo y encontramos a Chavi a mitad de la subida.
Otra vez será.
Desayunamos y, ya en casa, caemos rendidos a dormir unas horas.