
Aquel día anunciaban tiempo deplorable, para variar. Tocaba estudiar las guías y buscar alternativas desplomadas y a cobijo del agua. Ya habíamos agotado alguna zona de tochos con dificultad razonable, pero no las vías largas. Según Piola (uno de los aperturistas con mayor número de primeras en la pared) existían algunas líneas escalables incluso con lluvia. Eliminando las más difíciles, nos quedaba Indiana Jaune, sólo se mojaban los primeros metros y el último largo, además este era evitable por un escape a la derecha. Anem.
Realizamos la aproximación con lluvia débil y los rápeles igual, con la pared chorreando. Por dónde bajabas ya flipamos con la calidad de la roca, verdoniana. Llegamos a la base del itinerario y cambiamos la ropa empapada por la seca, una antena esperábamos que nos sirviera de ayuda en caso de dramilla (no teníamos otra alternativa de salir por arriba –nuestro único camino hacia el coche y la cena-), no tuvimos que utilizarla, aunque tampoco hubiera llegado ya que los seguros no estaban a palmo precisamente.
La vía salió buenísima y tal como marcaba la guía, seca en el 98 % del recorrido, al transcurrir entre grandes desplomes, el ambiente era de primera, acrecentado por las tormentas que cayeron durante todo el día.
Llegamos al coche como pollos, de nuevo, pero escalamos.
En casa nunca hubiéramos ido a escalar con un día como aquel, pero había que amortizar el viaje agotando hasta la última posibilidad.
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