martes, 3 de enero de 2012

CONTRAFORT DE L'ANEC - SAME

 
He recordado mis primeras caídas. La primera de ellas no se como considerarla, pero casi acaba mal.
Éramos muy pequeños y comenzábamos a escalar, ni existían los pies de gato, cuanto más gordas eran las botas que llevabas, más molabas. En una de nuestras habituales salidas al Sot del Bac, mis compañeros que eran mucho más buenos y más valientes que yo, subieron a la Germana Gran, sin cuerdas. Para no ser menos decidí seguirlos; el primer paso ya lo comenzabas desde un poco arriba (el llamado paso de tango), desde un bloque en travesía. Era lo más difícil de la vía y aquí ya patiné y me peque el castañazo. Eran unos 3 o 4 metros, no recuerdo exactamente, pero o caí de cabeza. Y, claro, me la abrí. Rata y otros escaladores que andaban por allí me hicieron unas curas de urgencia y la vuelta en el tren fue de lo más dantesca, puesto que todo el mundo me miraba la cabeza, cubierta por una venda llena de sangre.
Al llegar a casa mi madre puso el grito en el cielo (y con razón) y rápidamente me llevó al médico. Varios puntos y la muñeca escayolada, menos mal que el doctor también era escalador y calmó un poco a mi madre. A mi me dio ánimos y me convenció que mejor con cuerdas, eso ya lo había visto yo bien claro. Pero esta fue caída en solo integral y no cuenta del todo. Siempre pensé que mejor que me hubiera caído aquí, porque también podía haber sido más arriba.
La primera de verdad aún tardó unos años en venir.
Eran tiempos de vías poco difíciles pero si muy expuestas, escalada sobre todo en Montserrat y más que nada en Agulles. Por lo tanto, algo estaba claro, no te podías caer, y no lo hacíamos, por la cuenta que nos traía, era así.
Poco a poco nos íbamos aventurando en itinerarios de mayor envergadura y ese día, con el Ajipi, fuimos a la norte de Frares, a la SAME del Contrafort de l’Anec. Entonces con pocas repeticiones y con el sello Moreno (ya sabíamos como se las gastaba). Por entonces Picazo estaba de guarda y le pedimos algo de material para hacer la vía, entre el cual nos dejó un Bong nuevecito de trinca.
Cutre, cutre, mientras uno escalaba, en toda la vía no pararon de caer piedras o piedrecillas, debido a la mala calidad de la roca durante todo el recorrido efectuado. En el tercer lago comienzo a tirar de artificial. Meto varias piezas en una fisura franca pero con roca no muy buena. En un momento dado coloco un fisurero entre dos bolos y bien. Subo a últimos y clavo el Bong-picazo a caldo, bien. Le coloco la cinta y recojo cuerda para chapar pero me encuentro cansado y decido descender un momento al fisurero para reponer fuerzas. Entonces va el condenado y pauuuuum. Salta uno de los bolos que lo aguantaban y vuelo lo que tenía que volar + toda la propina de la cuerda que había pillado. Vi subir la pared a una velocidad de vértigo, pero fue tan rápido que casi ni me enteré. Debido a la gran verticalidad del terreno no toque con nada, pero quedé tembloroso e incapaz de continuar escalando. Al estar muy cerca de la reunión le propuse al Ajipi que continuara el. Las chapas de la R (dónde se anclaba el 8 que paró la caída) quedaron todas mirando hacia arriba. Se conoce que también quedó un poco impresionado, porque al cabo de unos minutos ya estábamos montando el ráppel de escape.
Nunca más volvía a esa vía, que con el tiempo se ha hecho medio clásica y hasta dicen que es guapa. A la semana siguiente le compré un Bong a Picazo, a la semana siguiente Picazo repitió la vía y se quedó con dos bongs.

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