Sobre el papel
parece fácil pero ya veremos, no hay que fiarse nunca. Lo que sabemos del
cierto es que es de las recomendables.
De nuevo vamos
los tres, esta vez partiremos la vía como si de un pastel se tratase.
Ernesto nos
advierte que el otro día hizo una excursión por allí y le salieron unos peros
con intenciones que no estaban muy claras. El caso es que intentó auyentarles
con tierra y piedras, aunque le costó bastante que al final se marchasen por
donde habían venido.
Ya íbamos
vigilando que no volvieran a salir…y de pronto aparecen dos animales
enloquecidos y ladrando tras nosotros. Justo aquí no hay ni una piedra; tierra
toda la que queramos, así que cogemos montones de ella y se la tiramos
procurando darles en la cara. Pero son muy rápidos los condenaos, nos rodean y
cada vez se acercan mas.
De golpe les veo
un brillo infantil en los ojos y la cola que se mueve como si fuera un molino
de viento. Habrá que hacer la prueba. “quiet aquí, tomba”. Saca la lengua
rápidamente y se tumba panza arriba. Ya somos amigos, solo querían jugar.
Nos acompañan a
pie de vía y se están un rato aprovechando la sombrita de la pared hasta que se
cansan.
El itinerario es
muy bueno, prácticamente todo fisurado salvo la placa del L2, de navegar entre
agujeros. Recorrido estético y agradable que no nos exige utilizar mucha fuerza
pero si maña.
Divertida y
sencilla ascensión, que será la más tranquila de todas las escalada en el Rum.
Según una guía
de selección que llevamos, tras dos largos fáciles se llega a la cima de la
torre. Nos quitamos el material y subimos esos dos largos sin cuerda, realmente
el terreno es muy sencillo y si cayeses quedarías en una repisa.
Total, un poco
mas arriba nos encontramos en unas repisas coronadas por grandes desplomes, por
allí es imposible subir de manera fácil. No hay cima, algo falla en la descripción.
Destrepamos de
nuevo hasta la R7 e iniciamos los rápeles. Ya casi abajo, un destrepe final te
pone las pilas y los nervios de punta. Es lo típico de aquí, no hay ni una
bajada normal. Bueno, alguna debe haber pero no hemos ido.
Llegando al
pueblo nos despedimos de nuestros amigos los perritos.
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