Durante un nuevo viaje a Andorra me escapo una tarde y vuelvo a quedar con Franc para subir alguna de las bonitas rutas sobre el cementerio.
Esta vez nos decantamos por la Vía Crucis, otra excelente exquisitez que nos ofrece este granito, inmerso en el mundanal ruido de la ciudad.
En general la escalada resulta muy agradecida, con un paso cafre para salir de R1 y dónde destacan con luz propia el diedro del L5, perfectamente vertical y con cantos tamaño toda la mano. Junto con la preciosa placa de la última tirada, una sucesión de perfectas regletas, típicas de la pared.
Dificultad bastante homogénea y humana como para no sufrir, posibilidad de enlazar largos y descenso en rapel por el mismo camino, en vista de lo incómoda que quedó la canal tras el desprendimiento.
Seguro que volveré.
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