Si una posición hace que me duela el brazo, esa es la de desplomes y laterales. Ordesa mola porque es todo así. Por el momento, este verano he tratado de evitarla, aunque un día su llamada resultó un tanto irresistible y la opción de hacer una vía ¿¿¿fácil??? Era bastante ineludible.
Me coordiné un pequeño viajecito, para poder escalar un día junto con Edu y Joan, dos recios bomberos que el día anterior ya hicieron Sol Negro, dejando arriba el material, un lujo.
Yo aquí con una vía ya tengo más que de sobras para una temporadita. He ahí la diferencia entre los recios y los notanto (por decirlo finamente).
La línea en cuestión era el diedro del 73, que del 73 si que lo es, pero de diedro más bien no, salvo un par de largos. Pasa entre las fáciles, pero un itinerario de Francis Tomas no es para tomárselo a broma, era otro de los recios Pirenaicos y me río yo de sus IV.
La vía se ha convertido en clásica de la pared y es frecuentemente recorrida. El itinerario, en general resulta bastante perdedor, más cuanto mas abajo. Aunque, a partir de lo rojo comienzas a seguir las trazas del magnesio (también te pueden liar). Una buena reseña, un buen sentido de la orientación y una buena dosis de suerte harán que sigas el itinerario correcto a la primera.
Las opiniones sobre esta vía son muy diversas, desde quién le gusta mucho hasta quién la relegaría al apartado de callos a olvidar para siempre en lo más profundo del baúl del cutrerío. Dentro de nuestra cordada también hubo diversidad de opiniones. Personalmente no me desagradó, sin ser ninguna maravilla, aunque seguro que no entrará en la 100 mejores, creo que es una buena experiencia y que merece la pena repetirla. A parte de todo, vamos encontrando tramos muy buenos, especialmente en el diedro (el único medianamente grande) superior, junto con el ambiente típico de la pared.
Otra cosa fue la ola de calor.
A la bajada, llegando ya a las clavijas, me parece oír un guau guau. “No puede ser”, pienso. Po zi, un perrito y un perrazo, claramente nerviosos por la proximidad del patio, junto con sus dueños guiris, contemplaban la posibilidad de bajar por las clavijas por la cara. Les dijimos claramente que significaría el despeñamiento automático de los canes, ya lo veían pero se resistían a la opción de regresar de nuevo a Goriz, eran las 4 de la tarde. Finalmente estaba claro que no tuvieron otra que dar de nuevo todo el vueltón.
Por último, desconocía totalmente la existencia de cascos plegables, cuando ví el de Edu casi no me lo podía creer.
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