Llegados a la presa de Cap de Long, aparcamos en un amplio espacio y saltamos los tres del coche. Queremos verlo todo rápidamente, ver las paredes, sus posibilidades, elegir vía. Caminamos un momento y nos damos la vuelta, sin duda el atuendo no es el adecuado. Provenientes de la eterna ola de calor íbamos en chancletas pantalón corto y camiseta, a más de 2.000 m y las 7 de la tarde, no hay ola. Como parece que es la primera vez que vengamos al Pirineo, nos miramos con cara de tonto. Personalmente no es que haya traído demasiada ropa, pero algo hay. Me huelo que pringaré de frío, al menos mientras no de el sol. Así es. Nos vestimos para la ocasión y me pongo toda la ropa que llevo, que no es mucha.
Una vuelta por el lugar ya nos hace presagiar sus excelentes posibilidades.
De entrada llama poderosamente la atención un gran derrumbe junto al aparcamiento, que ha llenado de bloques gigantes (ideales para el boulder) la zona derecha de la explanada. “Mejor aparcamos un poco más atrás, por si acaso”. Toda esta parte de la pared se ha venido abajo, y no es nada pequeña. A su lado han ido apareciendo las vías, el aspecto es nosé, nosé, pero cuando te pones toas las dudas se disipan y la escalada es excelente y de 4 estrellas (sobre 4). Una de sus ventajas es la cercanía al coche: con un par de minutos ya comienzas a escalar. Ideal para días de medio descanso, perros o con meteo un poco dudosa.
Llevábamos unas cuantas reseñas y unas cuantas recomendaciones. Al llegar allí vimos que existen bastantes más itinerarios abiertos además de los que conocíamos, difícil elección como en todas las primeras visitas.
Nos decantamos por una de las recomendadas, más sencillas: Carpe Diem. Excelente elección, con un L2 y L3 especialmente guapos y destacables. El L1 y L4 sin pena ni gloria. Acceso en 10’ remontando, junto a la pared, la breve pendiente herbosa que nos separa del inicio.
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