El Puig de Millà
es uno de esos sitios que engancha, tiene varios ingredientes para ello.
Solitud absoluta, buenas vistas, buenas vías y una pizca de algo difícil de
explicar y que lo hace apetecible.
Total que me he
planteado hacer todas las vías de allí. Primero porque me atraen y segundo
porque me servirán para un próximo libro que estoy preparando sobre el Montsec
Oeste.
Viendo las
reseñas podríamos tender a subestimarlo, error. Las vías son rudas, un poco al
estilo Montrebei, aunque más cortas, por lo tanto aptas para los días de
invierno.
Resultan mucho
más entretenidas de lo que aparentan tras un primer vistazo, la escalada es vertical,
difícil y a equipar, lo que ralentiza la progresión pero satisface el alma.
Tras haber hecho
algunas allá, una cosa aprendes bien: lo peor, con diferencia, son las
chimeneas. Estrechas, pérfidas, muy pero que muy difíciles, expuestas y
repelentes. Cada vía tiene la suya, ojo.
Hacía días que
no quedaba con Jorge y ahora tenía algunos libres, así que cuadramos un par
para escalar algunas rutas en el Millà. Sin una idea muy clara remontamos la
pista, elucubrando varias opciones. Como no llevamos friends muy grandes nos
inclinamos por el Diedre Costerut, que marca material más standard.
Esta vía sigue
una línea mu buena y creo que merece mucho la pena repetirla.
L1: bavaresas y
fisuras de excelente calidad.
L2: un poco
raro, para desembocar en una fisura ancha y paso desplomado.
L3: pasos
desplomados al inicio y final (que le dan la dificultad) y chimenea fácil en
medio.
L4: el diedre
costerut. Diedro larguísimo, rematado por una chimenea de esas que esperas que
no te toquen nunca de primero.
Repito: vía muy
buena en un entorno magnífico y salvaje, lejos de las tonterías de fundaciones
y parques.
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