A pesar de haber visitado un montón de veces el famoso (merecidamente) Pene Haute con su bonito entorno y su magnífica roca, jamás había estado en las paredes situadas justo enfrente, al otro lado del valle. Las conocí casi al mismo tiempo que su vecino Pene, pero quedaban un poco más apartadas y lejanas. Así mismo la información era un poco digamos escasa. Pasaron los años, se reeditaron guías, seguían apareciendo algunas reseñas pero siempre era todo como muy discreto. Para descubrir lo que nos ocultaba el Cap d’Aou había que ir allí, no había otra. Los últimos años he visitado regularmente la zona granítica de Cap de Long, siempre me acompañaba un taquillo de reseñas del Cap d’Aou como plan B, por si acaso. Pero no. Ha habido que ir expresamente allá.
La noche anterior en un bar de Sarrancolin le preguntamos por la pista de acceso al camarero, casualmente también era escalador. Muy amablemente nos indica la pista y el buen lugar para el bivac. También nos dice, que no merece, que lo bueno es Pene Haute, que allí hay mucha hierba y las piedras se caen solas. A lo que respondemos que mejor, es lo que andamos buscando.
Al día siguiente enfilamos la larga y tiesa cuesta hasta la base de la pared. Una hora de esfuerzo nos deposita, bien sudaditos, en la base de la pared.
Que bien, primera visita y no hemos visto la pared en toda la aproximación. En la base, y gracias a la intensa vegetación, tampoco se ve nada. Encontrar el objetivo creo que va a ser entretenido.
Tras bucear en unas cuantas reseñas de las vías que se reparten en las tres puntas de la pared, nos decidimos por la Voie Directe o Barrère-Guillereau. Llegamos a lo que podría ser el inicio, pero hay más chapas de la cuenta. Tras unos minutos encuentro unas iniciales, casi imperceptibles, rascadas en la roca. El resto coincide: puente de roca, 1 spit y IV. De frente.
Los dos primeros largos son un salteado de placas excelente y plenas de agujeros sin fondo (de esos que coges sólo el cantito por si sale una serpiente) y matojos de aquello más exuberantes.
La R3 ya se sitúa bajo el inicio de las verdaderas hostilidades. Una primera fisura de dedos magnífica, casi equipada con clavos y algún spit rancio, como 6b de conti. Esta será la tónica de toda la ascensión: tramos fáciles y sumamente herbosos, incluso terrosos. Alternados con fisuras de muy buena calidad y semiequipadas. Así se suceden varios largos y nos queda un pequeño viote de 290 m 6b+ (6a oblig) de lo más variopinta y recomendable, envuelta en un paisaje tan verde como sólo el Pirineo Francés puede ofrecernos.
Pared olvidada, y que dure.
Recomendable al 100% para todo-terrenos sin remedio.
Con Toño VVB.
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