Mi primera visita a Montsant, en el año 1.988, fue de lo más curiosa. Habíamos quedado con Joaquín Olmo para visitar a un amigo suyo, Pep Pascual, que había cogido un refugio cerca de Siurana y que había unas vías cercanas. Se apuntó Armand y nos engañó para visitar unas paredes que había visto de lejos y que hacían buena pinta, El Montsant.
Queríamos repetir alguna vía, Armand sabía que algo había pero no tenía ninguna reseña. En una anterior incursión, hablando con la señora del bar de La Morera, esta le sacó un folleto de las fiesta del pueblo dónde, curiosamente, aparecía una reseña (aunque no ponía ni nombre de la vía ni material, ni equipamiento, ni casi nada) pero ya valía. Nos fuimos para el bar de cabeza, a ver si había suerte y aún conservaban el preciado tesoro. Hubo suerte y pudimos disfrutar de la vía de Primavera (el nombre lo supe muchos años después). El itinerario, bueno, ni bien ni mal, aceptable aunque con tramos de roca pésima. La abundancia de buriles hacía más llevadero el inconveniente de la inseguridad en los agarres.
Lo mejor era el lugar, la aproximación, la bajada, los graus. Quedamos maravillados por el entorno. Armand regresó con cierta frecuencia, inaugurando gran número de primeras ascensiones. Yo por mi parte, salvo para hacer un par de pateos por los Graus, no regresé hasta que comenzaron a equipar vías deportivas.
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