Al día siguiente, el haber dejado el material escondido a mitad de camino, alivió bastante la subida. Se nos suma Quique, 3 mejor que 2.
Unas semanas antes había recorrido todo el valle para hacer fotos de sus paredes. Quedé gratamente sorprendido prla cantidad de buena roca existente más allá de las Losas del Pintrat y su agradable entorno.
Pero especialmente un motivo llamó mi atención. Un gran diedro, pero grande de verdad, situado sobre el Ibonet de Remuñe y cortado por dos barreras de grandes desplomes. Imagino que estas eran el motivo de que permaneciera virgen, pensé que no podía ser verdad y al llegar a casa, removí todas las reseñas, encontrando únicamente una vía a su izquierda. Todito para nosotros.
La vía, de una evidencia fuera de lo corriente, resultó tan bella o más de lo que predecían las numerosas fotografías que le tiré desde varios ángulos y quedó un itinerario muy recomendable, si no tememos a las dos horas de aproximación (por camino) hasta su base. El remate lo dio la superación de la última barrera de techos (un desplome con mucho canto y que va saliendo al patio) y la penúltima role, justo sobre todo el vacío y que nos brinda una inolvidable y aérea perspectiva de todo el recorrido. Un caramelito que, como siempre, transcurre sobre el mejor granito que podamos imaginar.
La bajada, otro chollo, cómoda sucesión de pedreras y hierba no muy alta, hasta el lago. No se pasa por el pie de vía.
El nombre le viene por los vivacs apañados, situados en la explanada anterior al Ibonet y denominados así en las viejas guías francesas.
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